lunes, 11 de noviembre de 2013

Pater Noster



Padre Nuestro que estás en los cielos
quédate allí,
y nosotros nos quedaremos en la tierra
a veces tan hermosa
con los misterios de Nueva York
y los misterios de París,
que bien valen los de la Trinidad
con el pequeño canal del Ourcq,
la Gran Muralla China,
el río de Morlaix,
los caramelos de Cambray,
el océano Pacífico
y las dos fuentes de las Tullerías.

Con los hijos buenos y los tipos malos,
con todas las maravillas del mundo
que están aquí,
simplemente en la tierra,
al alcance de todos,
esparcidas,
maravilladas ellas mismas de ser tales maravillas
y sin atreverse a confesarlo,
como una bonita jóven desnuda que no se atreve
a mostrarse
con las espantosas desgracias de este mundo
que son legión,
con los legionarios,
con los torturadores,
con los amos de este mundo,
los amos con sus sacerdotes, sus traidores
y sus soldados,
con las estaciones,
con los años,
con las chicas bonitas y con los viejos verdes,
con la paja de la miseria pudriéndose bajo el acero
de los cañones.