martes, 16 de abril de 2013

Amor de tarde




Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro,
y acabo la planilla y pienso diez minutos,
y estiro las piernas como todas las tardes,
y hago así con los hombros para aflojar la espalda,
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco,
y soy una manija que calcula intereses,
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas,
o un oído que escucha como ladra el teléfono,
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios,
tú con el tizne azul de mi carbónico.